Los primeros cinco días fueron de una jornada de trabajo completo, en la cual se avanzó hasta que la obra estuviera “redondita” según la expresión de Patito. Lo que quedaba era pulir los pequeños detalles, quitar el sobrante, marcar intenciones, ordenar las luces, la música, la actuación, actividades todas estas que denotan la importancia estética de la dirección y limpian el trabajo en escena.
Así que en la medida en que ya nuestro trabajo no era tan extendido, pudimos bajar al centro histórico de Quito, el más grande y mejor conservado de latinoamérica: precioso, lleno de una arquitectura religiosa impresionante por el tamaño y gran cantidad de sus iglesias y edificios que se fueron construyendo y remodelando a medida que pasaban los años dejando la impronta de la época en que fueron creados. También Gesse, compañera de Patito, nos presentó un unipersonal que constituye su trabajo de grado como profesional en teatro y con el que está próxima a graduarse. Este unipersonal está basado en San Miguel, santo patrono de Zámbiza y recoge una investigación histórica muy rica en detalles, además de tener una familiaridad con su experiencia como habitante de dicha parroquia. Fue un descanso para nosotros poder contemplar teatro y no hacerlo, más aún al ritmo en que veníamos.